Este itinerario comienza en el Palau Comtal de Cocentaina, edificio de estilo gótico-renacentista, construido sobre un antiguo edificio musulmán del s. XII. El edificio gótico fue construido por orden de Roger de Llúria, primer señor feudal de la villa, en la segunda mitad del s. XII. En la segunda mitad del s. XV, siendo ya condado, la familia Corella, entonces propietaria, realizó obras de reforma y ampliación del edificio. Este edificio resulta de gran interés por su calidad artística y arquitectónica, destacando: la capilla de San Antonio Abad, la Sala Dorada, la torre del Paraguas y la Sala de Embajadores; además, en la planta baja, se ha adecuado una sala gótica donde se ubica la Biblioteca Pública Municipal.Iniciamos la marcha por la Plaça del Mercat, buscando las estrechas callejuelas del antiguo barrio musulmán del Raval, que conservan el encanto de un trazado de casas bajas y apelotonadas, entramado laberíntico que imprime un carácter muy particular a esta parte de la población.
Continuamos por el Carrer del Forn y la iglesia del Salvador, construida sobre la antigua mezquita de la población, hasta llegar a la Creu desde donde seguiremos un camino hormigonado que nos llevará directamente a Santa Bàrbara. Poco a poco, los ladrillos van siendo sustituidos por una vegetación constituida principalmente por pino carrasco (Pinus halepensis) y escasos arbustos: brezo (Erica multiflora), torvisco (Daphne gnidium) y aladierno (Rhamnus alaternus), dispersos entre numerosas gramíneas. Mientras caminamos, a nuestra derecha, podemos contemplar majestuoso el castillo de Cocentaina, en lo alto de la colina conocida como la Penyeta Blanca, sirviéndonos de referente a lo largo de todo el recorrido.
Finalmente alcanzaremos la entrada que nos conduce hasta el área recreativa de la Ermita de Santa Bàrbara (punto 1). Se trata de una construcción del tipo «de conquista» atada en la segunda mitad del s. XIII y que da nombre al área recreativa creada en torno a ella, con bancos, fuente y un parque infantil, todo ello en un paraje muy frecuentado por las gentes de la zona, ideal para el esparcimiento, y rodeado por una frondosa pinada.
Continuaremos con la dirección que llevábamos, cruzando la carretera para tomar una senda que aparece a nuestra derecha, muy próxima a una torre de electricidad. Esta senda, protegida en ciertos tramos con barandilla de madera, zigzaguea por la ladera de la montaña para ganar la pendiente sin esfuerzo. La senda enlaza con un camino de piedra, que transcurre por el margen de cultivos de secano, olivos y almendros fundamentalmente, que se repiten a lo largo de todo el itinerario, ganando terreno a la montaña, en una práctica heredada de los árabes. Seguidamente, el camino se bifurca, evitando tomar el ramal de la derecha, que conduce a una propiedad particular; continuaremos por el de la izquierda hasta que encontremos, nuevamente a la izquierda, el inicio de una senda, que tomamos, adentrándonos en una zona donde la vegetación se hace cada vez más densa. Encontramos ejemplares jóvenes de pino carrasco y un sotobosque compuesto por brezo, romero, aladierno y otros arbustos. La presencia de excrementos en el camino o en sus proximidades, nos da idea de la existencia de ciertos animales que por otra parte, resultarían muy difíciles de avistar, dado que se trata de animales salvajes que por naturaleza evitan al ser humano: zorro (Vulpes vulpes), ratón de campo (Apodemus sylvaticus), conejo (Oryctolagus cuniculus), etc. Resulta más fácil observar el vuelo de ciertas aves como la collalba negra (Oenanthe leucura), el cernícalo común (Falco tinnunculus), la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) y el carbonero garrapinos (Parus ater), etc.
La senda en este tramo discurre casi paralela al barranco, y según ascendemos, se hacen más visibles los restos de la antigua muralla y los abrigos que sirvieron de refugio a antiguos pobladores de estas tierras, en las laderas de la Penyeta Blanca.
Continuamos ascendiendo hasta alcanzar una pequeña planicie, donde encontramos un membrillo (Cydonia oblonga) y una higuera (Ficus carica), ésta última muy repetida a lo largo de todo el recorrido. Conforme ascendemos se hace más abundante la presencia de la manzanilla amarga (Santolina chamaecyparissus), el rabo de gato (Sideritis sp), el cardo corredor (Eryngium campestre) y la retama común (Retama sphaerocarpa). La senda enlaza nuevamente con un camino de tierra, el cual seguiremos en su sentido ascendente hasta el mirador en una planicie situada a los pies del castillo (punto 2). Éste es en realidad una torre de origen cristiano de finales del s.XIII o principios del XI.
Se haya enclavada sobre los restos de un antiguo castillo musulmán de la Qusantaniya del s.X, de la época califal, que ejercería cierto control militar sobre la importante ruta de las tierras de alrededores, ofreciendo al mismo tiempo refugio para los habitantes de las alquerías próximas. De estilo gótico-militar, con elementos ojivales en arcos, puertas, ventanas e interiores, presenta planta cuadrada de 13 m de lado por 12 m de alto, sobre un talud de sillería, para adaptarse a las irregularidades del terreno. Consta de 2 plantas, con varias dependencias por piso, un patio interior y un aljibe para el abastecimiento de agua. Actualmente restaurado, se puede acceder a su interior solicitando las llaves al Ayuntamiento de Cocentaina. Desde este mirador podemos contemplar una vista magnífica de todo el valle y las sierras de los alrededores, de izquierda a derecha: el pico del Cerincal, la entrada al Barranc de la Quebrantà insinuándose a sus pies, el Port d’Albaida, el Benicadell, la Serra de la Safor, el pantano de Beniarrés, la Serra d’Almudaina, la Serra d’Aitana, la Serreta, el Carrascar de la Font Roja, Els Plans y finalmente el Pic Negre, como un espolón pétreo, tras el que se encuentran Les Penyes Monteses y finalmente el Montcabrer.
Para continuar, nos dirigiremos en dirección al Pic Negre, con una coloración negra en la cima, posible origen del nombre, desechando el camino a la izquierda cerrado con una cadena. Tomamos pues el camino hormigonado de la derecha e iniciamos el descenso; observando la cima de frente, caminamos entre casetas donde la vegetación autóctona, espino albar (Crataegus monogyna), coscoja (Quercus coccifera), aliaga (Ulex sp), aladierno y uña de gato (Sedum sediforme), se entremezcla con especies ornamentales, dándole un aspecto en ocasiones exótico. Proseguimos entre bancales de olivos (Olea europaea) y almendros (Prunus amygdalus), lcon algunos ejemplares de higueras y granados (Punica granatum), desechando cualquier bifurcación de caminos hasta encontrarnos con una senda a mano izquierda que se adentra en una pinada, que forma parte del área recreativa de la Ermita de Sant Cristòfol (punto 3), continuando por unas escaleras de piedra que nos conducirán hasta los distintos servicios con los que cuenta el área recreativa: paelleros y mesas rústicas, fuentes, parque infantil, bar-restaurante adosado a la ermita, erigida en el s.XV y que da nombre al paraje, todo ello en una zona boscosa, donde predominan pinos y acacias (Robinia pseudoacacia), y que convierten a este lugar en un paraje ideal para el descanso y disfrute de los visitantes.
Saldremos por el aparcamiento hacia la carretera, desechando el ramal de la izquierda que nos conduciría, siguiendo la llamada «senda ecológica de la Asquererola» (antiguo proyecto de educación ambiental que trataba de aproximar algunos aspectos de gran interés de la sierra a los usuarios) a Les Huit Piletes. El camino hormigonado de la derecha nos llevaría nuevamente hacia el castillo. El itinerario continúa por la carretera 150 metros para continuar por una pista asfaltada a la derecha. A pocos metros una escondida senda inicia su trayectoria por la derecha y nos acompañará, bordeando por la peña hasta una sorprendente vista de Cocentaina, con los edificios más emblemáticos y el entramado de calles tan diferenciado en cada uno de los barrios históricos de la población, el Raval, con calles estrechas y irregulares,la Vila, conformada a favor de las principales calles longitudinales, y todo, cómo no, con el cordón de montañas que mirando a levante dibujan el fondo de esta maravillosa panorámica. Siguiendo a la izquierda, se baja hasta encontrar las primeras casas del pueblo y el generoso manantial del Pla de la Font, desde donde se podrá continuar por las calles de la Vila hasta el punto de inicio.