La canalización de aguas emprendida a finales del siglo XVIII configuró una amplia red de fuentes públicas a lo largo de todo el barrio medieval como la de la calle de San Juan. Éstas, además de servir para el uso de los vecinos, sus sobrantes también se utilizaban para los tintes de lana ubicados en las mismas casas y, sobretodo, para regar los huertos. La fuente está adosada a una pared que realiza la función de calle para las casas que hay encima de la fuente.